26 / 05 / 15
trauma niños

¿Cómo prevenir el trauma en las personas adultas y en los niños? (2). POR ISABEL VILLANUEVA (GABINETE APOYO PSICOLÓGICO AMBUIBÉRICA)

En un post anterior describía una serie de consejos prácticos dirigidos a los Técnicos en Emergencias Sanitarias para ayudar a prevenir el trauma en personas víctimas de un accidente o de una situación potencialmente traumática. En aquella entrada me centraba en las personas adultas. Hoy continúo con el tema y lo completo con los niños.

 
Voy a recordar la definición de trauma que hace el experto Peter A. Levine (1): “Llamamos trauma a los efectos debilitantes que muchas personas sufren después de vivir experiencias que han percibido como abrumadoras o una amenaza para su vida”.
 

Prevenir el Trauma Infantil

 

Cuando la persona involucrada en el incidente crítico que atendemos es un niño, aparece una preocupación especial, al tratarse de una persona en desarrollo, más vulnerable. Los niños suelen integrar de forma natural lo vivido si se les permite hablar de ello, jugarlo o expresarlo de la forma que ellos necesiten.

 

Muchos de los sucesos inductores de trauma en los niños tienen que ver con procedimientos médicos. Hay intervenciones que pueden ser dolorosas o molestas, pero incluso las intervenciones indoloras pueden provocar mucho miedo en los niños si no se les explica previamente en qué consisten para que puedan así mantener la sensación de control.

 

También los sucesos inesperados, donde el niño se haya sentido desprotegido y asustado, como accidentes, caídas, etc., pueden ser la semilla de un trauma.

 

Si un niño se mueve tanto que necesita ser inmovilizado o atado, revela que tiene demasiado miedo y esto supone que la restricción de movimientos tendrá consecuencias. Es una buena práctica esperar a que el niño se calme antes de realizar una intervención; especialmente si es invasiva o conlleva una inmovilización. Aunque tengamos la sensación de que “perdemos el tiempo” mientras el niño se calma, el poder proteger y respetar su miedo supone cuidar su salud emocional. De esta forma, hay una “ganancia en cuidado y salud”

 

Algunas experiencias traumáticas se pueden prevenir contando con estas recomendaciones:

 

– Animar a los padres para que estén junto a sus hijos
– Explicar previamente a los niños lo que se les va a hacer
– Retrasar los procedimientos hasta que el niño se calme
 

¿Cómo ayudamos si el niño ha pasado mucho miedo?

 

Si después de una intervención o de una situación impactante el niño desarrolla una conducta no usual, es posible que la situación le haya generado un impacto. Los niños pueden mostrarlo mediante dolores y molestias físicas, alteraciones de sueño, hiperactividad y otros signos.

 

Algunas pautas de comportamiento para los padres o acompañantes tras el suceso traumático experimentado por el niño son estas:

 

Tranquilízate tú previamente. Respira y escucha cómo estás. Para acompañar, necesitas estar tranquilo y con una cierta calma.
Presta atención a lo que dice el niño y a sus respuestas corporales. No interrumpas sus lágrimas, temblores o movimientos.
Acepta las reacciones. Bien mediante un contacto físico cálido -poniéndole una mano en el hombro, por ejemplo- o bien con palabras -“Está bien llorar”, “Deja que salga el temblor”…-.
Estate allí para él. Manténte presente: lo que diga y haga estará bien. Dile que te vas a quedar con él y que le vas a escuchar. No le saques del miedo, del enfado, de la vergüenza o de otra emoción que él sienta, aunque a tí te parezca incómoda. Una vez haya experimentado esos sentimientos, quedarán atrás.
Retoma la experiencia posteriormente. Una vez pasado un tiempo, puedes contar tu versión de la historia y animar al niño a añadir su versión. A veces, es mejor usar un nombre diferente al suyo para crear más distancia. También puede ayudar revisar los objetos o experiencias que le recuerden el incidente: por ejemplo, llevar la silla del coche a la casa tras un accidente de coche. De ese modo, de tu mano y con tu presencia protectora, el niño podrá sentarse de nuevo en ella.
Procede con lentitud. Dando pequeños pasos. Cada vez que notes un cambio en la respiración, en su cuerpo, cuando se ponga rígido o gire la cara, por ejemplo, dale seguridad tocándole, abrazándole o acunándole. La clave es que pueda explorar el suceso sin desajustarse y sintiéndose protegido y cuidado.
Usa juegos. Las marionetas y los muñecos pueden ayudar. Si después de una operación médica le facilitas de forma natural muñecos para recrear la situación (enfermera, médicos, padres, etc.) es posible que mediante el juego revise los sentimientos incómodos y reproduzca lo vivido hasta que lo haya procesado naturalmente. Por medio de los juegos, los niños integran la experiencia, encontrando a veces salidas creativas y soluciones a la situación de forma espontanea.

 

(1) “Sanar el trauma”, de Peter A. Levine. Editorial Neo Person

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *